El País del 20/04/2009 ha publicat un article sobre la diada de Sant Jordi de 1939, tot just acabada la guerra incivil. Una curiositat interessat, que m’ha portat a remenar en la premsa igualadina de l’època, ben minsa, per cert. Probablement la gent no estava gaire per llibres, perquè la gana es feina notar, però algú encara tenia ganes d’opinar sobre el què cal llegir, així que en el “Diario de Igualada” del 22 d’abril de 1939, “Año de la Victoria”, es publica a primera plana (la primera de només de dues) el text sense firma que transcric tot seguit.
Domingo, fiesta del Libro. Aniversario del traspaso del Príncipe de los Ingenios Españoles. Festividad de San Jorge, Caballero de Cristo, Patrón de Cataluña. Feliz coincidencia a subrayar en esta hora de Unidad.
Dificultades circunstanciales harán que mañana el mercado de libros no adquiera la importancia numérica que alcanzaba otros años; no obstante, siempre es agradable hablar de aquello que es objeto de nuestra preferencia.
¿Qué más agradable que hablar de libros para los que les amamos i les tratamos como si fueran seres dotados de sensibilidad, con vida y alma?
¡Cuánto bien nos han hecho los libros! ¡Qué de sabios consejos nos han dado en momentos de dudas y vacilaciones! ¡Cuántas horas amargas han endulzado con su amistad nunca desmentida! ¡Qué reconfortante su compañía en horas de soledad! ¡Benditos libros!
Pero, ¡cuánto mal han hecho, también! ¡De cuántas catástrofes han sido causa! ¡Cuántas vidas han envenenado!
Porque si es verdad, como tanto se ha repetido, que un buen libro es el mejor de los amigos, también es cierto, aunque no se haya dicho tanto, que el libro malo es el peor de los enemigos. Un enemigo hipócrita, falaz, que deslumbra a sus víctimas con el falso brillo de las grandes utopías redencionistas; que esgrime las grandes frases hueras que hablan de libertad, de justicia, de amor entre todos los hombres, para terminar conduciéndolos a la locura i al crimen.
No nos cansaremos de propagar el libro sano, que nos ayuda a cultivar nuestra inteligencia y a forjar nuestro carácter, que es un instrumento de amor y de prosperidad.
Pero tampoco cejaremos nunca en combatir al libro malo, que hace su obra destructora, lenta, pero segura, como la carcoma.
¡Libros malditos!
Al libro, al folleto, al periódico inspirados por el odio satánico del marxismo asiático, debemos la enorme tragedia pasada.
Ellos envenenaron el alma de nuestras multitudes; ellos encendieron la tea revolucionaria que redujo a cenizas nuestros templos; ellos armaron el brazo de los asesinos; ellos despertaron monstruosos apetitos de odio, de sangre, de lujuria…
¡Mil veces malditos libros!
Ese daño inmenso que ha hecho el libro malo, el libro rojo, el libro arma de odio, tenemos el deber de contrarrestarlo con la propagación del libro bueno, del libro amigo, del libro instrumento de amor, de cultura verdadera, que ha de ayudarnos eficazmente al definitivo rescate espiritual de la Patria.
Segons l’autor d’aquell pamflet, les males lectures varen portar a la tragèdia de la guerra. Tenint en compte qui la va començar i el resultat posterior, jo dia que al bàndol guanyador més aviat li sobrava “odio satánico” i li mancava gust per la lectura.
Domingo, fiesta del Libro. Aniversario del traspaso del Príncipe de los Ingenios Españoles. Festividad de San Jorge, Caballero de Cristo, Patrón de Cataluña. Feliz coincidencia a subrayar en esta hora de Unidad.
Dificultades circunstanciales harán que mañana el mercado de libros no adquiera la importancia numérica que alcanzaba otros años; no obstante, siempre es agradable hablar de aquello que es objeto de nuestra preferencia.
¿Qué más agradable que hablar de libros para los que les amamos i les tratamos como si fueran seres dotados de sensibilidad, con vida y alma?
¡Cuánto bien nos han hecho los libros! ¡Qué de sabios consejos nos han dado en momentos de dudas y vacilaciones! ¡Cuántas horas amargas han endulzado con su amistad nunca desmentida! ¡Qué reconfortante su compañía en horas de soledad! ¡Benditos libros!
Pero, ¡cuánto mal han hecho, también! ¡De cuántas catástrofes han sido causa! ¡Cuántas vidas han envenenado!
Porque si es verdad, como tanto se ha repetido, que un buen libro es el mejor de los amigos, también es cierto, aunque no se haya dicho tanto, que el libro malo es el peor de los enemigos. Un enemigo hipócrita, falaz, que deslumbra a sus víctimas con el falso brillo de las grandes utopías redencionistas; que esgrime las grandes frases hueras que hablan de libertad, de justicia, de amor entre todos los hombres, para terminar conduciéndolos a la locura i al crimen.
No nos cansaremos de propagar el libro sano, que nos ayuda a cultivar nuestra inteligencia y a forjar nuestro carácter, que es un instrumento de amor y de prosperidad.
Pero tampoco cejaremos nunca en combatir al libro malo, que hace su obra destructora, lenta, pero segura, como la carcoma.
¡Libros malditos!
Al libro, al folleto, al periódico inspirados por el odio satánico del marxismo asiático, debemos la enorme tragedia pasada.
Ellos envenenaron el alma de nuestras multitudes; ellos encendieron la tea revolucionaria que redujo a cenizas nuestros templos; ellos armaron el brazo de los asesinos; ellos despertaron monstruosos apetitos de odio, de sangre, de lujuria…
¡Mil veces malditos libros!
Ese daño inmenso que ha hecho el libro malo, el libro rojo, el libro arma de odio, tenemos el deber de contrarrestarlo con la propagación del libro bueno, del libro amigo, del libro instrumento de amor, de cultura verdadera, que ha de ayudarnos eficazmente al definitivo rescate espiritual de la Patria.
Segons l’autor d’aquell pamflet, les males lectures varen portar a la tragèdia de la guerra. Tenint en compte qui la va començar i el resultat posterior, jo dia que al bàndol guanyador més aviat li sobrava “odio satánico” i li mancava gust per la lectura.
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